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80 suntuosidad de h,s aderezos: pero ¿no seríamos nosotros mucho más ciegos, y de veras más ridículos si tuviése– mos apego a ciertas monásticas naderías, las cuales, en comparación de aquéllas de los seglares, no sola.~ mente son vanidad, sino vanidad de vanidades: Vi.mitas vanitatum? ¿Y qué vanidades son éstas? Es vanidad el aseo afec– tado en el hábito y en eÍ porte; es vanidad un hermoso rosario, un precioso cuadro, un fino pafiuelo, una pri– morosa cuerda. Es vanidad para nosotros el razonar de las novedades del mundo, los relatos de guerra, las amistades frecuentes con los mundanos. Es vanidad el complacerse y gloriarse, o de buen linaje, o de fina educación, actividad, sagacidad, talento, capacidad, re– laciones y favores con personaje¡sdistinguidos, el deseo de hacerse amar, pretender alguna elevación, granjearse honores y alabanzas. Es vanidad, la inclinación desor: denada a aquella nación, país, convento., celda, a tales o cuales personas. Son vanidad los títulos de superiori– dad, y Dios os guarde codiciarla. En algunas religiones el ser superior trae consigo alguna utilidad o com.odi– dad; pero no en la nuestra donde el superior es.tm servidor de todos, con esfuerzo asiduo de preceder a todos día y noche en el práctico buen ejemplo de las menores observancias. Vanidad son también tantas otras cosas semejantes. Y¿por qué son vanidad? Porque no nos ayudan, ni pueden ayudarnos cosa alguna en orden a nuestro último fin. ¡Oh Dios! ¿Y que nosotros pongamos nuestro afecto en estas bajezas? (1). (r) Toda la, materia objeto de este examen, es decir, lo que es y lo que no es vanidad, viene hermosamente com-

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