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porque aquélla sirve directamente a la edificación de la Iglesia y a la gloria de Dios; y la murmuración en sus consecuencias puede ser culpa notable, aunque la materia parezca ligera. Y dado que digas haber mani– festado los tales defectos a personas prudentes, no sirve la excusa; más bien podría agravarla, porque se daña más al prójimo cuando su crédito sufre mengua en el concepto de las personas prudentes y juiciosas. Examínate lo tercero, si refieres a tus Superiores las culpas de los religiosos con las debidas cautelas, des– pués de haber hecho la corrección fraterna ... Con puro amor de celo ... Sin que te lleve pasión ... Sin alteración de la verdad ... Sin deseo de verlos castigados o mor- tificados... Excusándolos cuanto de tu parte fuere posible... Se puede hacer por la justicia, sin faltar a la caridad, cierto, pero prácticamente muy dificultoso; pues consistiendo la caridad en querer para los otros aquello que queremos para nosotros mismos, si tú hubie&es cometido un defecto semejante al que cometió el otro, ¿gustarías de que se hiciese justicia contra ti? Tal vez tienes escrúpulo de ciertas cosas que son de poca o ninguna importancia, hazlo capital y grandí– simo de la caridad; y de todo lo que a ella se oponga, siente pena y remordimiento. A la caridad la contraría más que todo la sober– bia, y por eso entre los soberbios no puede haber ni paz ni unión; se opone también aquel espíritu por el cual se aman excesivamente los del propio país, suspicaces y celosos de que no se les perjudique, y con ambición de verlos preferidos a tantos otros, Parece que se busca la justicia, pero se destruye la caridad. Triste de ti si por
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