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méritos... Muchas veces dices de ti mismo, que eres un miserable, un hombre para nada bueno y das a enten– der que tienes una baja estimación de ti mismo; pero ¿dices esto sin afectación, y con verdadero sentimiento de humildad?... Si eres puntilloso en lo que se refiere a precedencia y antigüedad de hábito .•. Si eres pro– penso a decir que se te pierde el respeto... ¿Rehusas ejercitarte en ciertas funciones humildes de la Comu• nidad, con decir, que tocan a los jóvenes, nuevos y más modernos que tú? .•. ¿Te ponese n el último lugar, con la confianza y el deseo de que te hagan subir al primero? Pídele a Dios perdón de todas las faltas de humildad. Ruégale, y no ceses jamás de rogarle que te conceda la humildad de corazón, porque sin ésta, toda virtud deja de ser virtud y viene a ser fomento de insoportable arrogancia. PRACTiiCA De sentimientos. Yo no sé si habrá en el mundo alguna criatura a quien Dios haya hecho objeto de tan grandes miseri:– cordias como a mi alma. Si llego a salvarme, y así lo espero, me parece que en el Paraíso no se hallará nin– guno de quien resulte más glorificada la Misericordia de Dios, porque donde es mayor 1a miseria o malicia humana, allí resplandece más, y es harto más glorioso el triunfo de la Bondad divina. No sólo tengo de satisfacer a la divina Justicia por mis pecados; sino también a la Misericordia, que mucho
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