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esfotJ humillado, Señor (1), y quiero estarlo en todas las maneras, y consiento que en pena de mi pasada so– berbia, todo el mundo me huelle y me desprecie con todo género de ultrajes. Aprecio mucho el no haberme Vos aniquilado tan pronto como ofendí vuestra Supre– ma Majestad. MAXIMA Sobre insistir en vencer la propia pasión dominante. Todos tenemos una cierta pasión dominante, que es la hija predilecta del amor propio, y no es necesario maravillarse, o turbarse porque ella sea inquieta e in– solente; antes bien se debe llevar con paciencia, como una miseria de la humanidad. Tampoco esto significa que no se deba trabajar para vencerla, ya que ella po· dría ser causa de toda. nuestra mina. Informémonos de dónde se han originado las caídas extrafías de tantos grandes hombres del Antiguo y del Nuevo Testamento, y no hallaremos otro motivo, sino una mal domada pa• sión. Aquello que acaeció a tantos otros, acaecerá tam· bién a nosotros, si no reaccionamos en serio. Si tú me dices que 110 tienes una pasión que te do• mina, eres muy soberbio en hacerte un hombre del otro 1111.m~o. Tuvo en cierto modo su pasión Lucifer en el delo, a su manera tuvo la suya Adán en el paraíso, y fué en ambos un soberbio apetito, que sabemos cuánto (I) I·:litmiliatus sum. i1squequaque D.omine. (Psalm. ro7). 5
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