BCCCAP00000000000000000000946

tad de Dios? Me parece imposible que Dios haya s.ido ofendido por mí; y con todo, esta es la pura verdad. En presencia de la tierra y del cielo confieso mi mali– cia. Mas ¡ay de mi! ¿quién dará lágrimas a mis ojos, para llorar de día y de noche mis culpas? ¿quién me dará tanta contrición, que baste a dolerme y arrepen– tirme de lo traidor que he sido ofendiendo a mi amabiu lísimo Dios? Ofrécete al Eterno Padre aquella amar– guísima contrición que tuvo Jesucristo de. todos tus pecados, y ruégale te dé un corazón contrito, para formar actos eficaces de dolor. · PUNTO II Es el pecado en su malicia una operación tan fea, indigna, aborrecible, abominable y execranda que aun cuando no hubieses cometido más que uno en toda tu vida, deberías por sólo este motivo abatirte en la más profunda humildad. Demos que lo hayas confesado y te hayas dolido de él; no importa. Si la penitencia quita e! pecado, no quita jamás la vergüenza, ni la confusión de haberlo cometido. Es muy cierto que tú eres un in– fame, indigno de todo bien, merecedor de toda injuria y de todo desprecio, por haber sido rebelde a Dios, y reo de lesa Majestad Divina. De aquí es, que no tienes justa razón para lamentarte de ningún trabajoso acci– dente que pueda acontecerte. Ruégale a Dios que te conceda un corazón contrito y humillado; y puesto que es imposible no tener pecado, procura servirte de él para hacerte humilde. Del todo

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz