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6z PUNTO II Considera los daños que el pecado venial trae al alma. Disminuye las gracias, entibia el fervor y dispone al pecado mortal. ¿Cuántas gracias más te habría dis• pensado el Señor, si no hubieses puesto impedimento a su liberalidad con tus pecados veniales? Esa languidez que tienes en resistir las tentaciones y en domar tus apetitos: ese tedio que sientes en la oración, el recogi– miento, y las cosas de Dios, no es otra cosa, que efecto de tus pecados veniales: y si de éstos no huyes y te apartas advierte que muy presto caerás infaliblemente en los mortales. El Espíritu Santo lo dice, y la expe– riencia nos lo demuestra. Nadie llega de una vez, o de repente a ser pésimo, sino poco a poco. Desde que se contrae amistad o familiaridad con el pecado venial, se pierde el horror al mortal, y se va cayendo de abismo en abismo. ¿Cuántos están hoy en el infierno, que reco– nocen haber provenido su condenación primeramente de un pecado venial, un venial que les dispuso a preci– pitarse en la enormidad de los mortales? Mientras tengas un sol.o pecado venial, del cual, por cierto apego, o no quieres o no cuidas ta enmienda, puedes tener por cierto, que no saldrás jamás de la tibieza de espíritu, ni darás paso que valga en el camino , de la perfección. Basta que el pajarillo se halle atado · con un hilo de seda, para que no pueda volar. Aprende tu miserable estado. Si quieres conocer a qué pecados tienes más apego, mira cuáles son tus culpas habitua– les, de las cuales, o en todas las confesiones debes

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