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60 opinión favorable al sentido y con el pretexto de ser prudente quien se rige por lo probable, no nos deja distinguir la prudencia de la carne, de la prudencia del espíritu (1). Este amor propio es el que ensancha la conciencia, sofocando los remordimientos con título de una pre– tensa virtud. Y de aquí es, que no pocas veces la envidia, la malevolencia, el resentimiento se juzga celo o prudencia o justicia. La soberbia se mira como una cautela de mantener la honra y el decoro; el sospe– choso consorcio, como una honesta amistad; la avaricia, como una especie de virtuosa pobreza; la desobedien· cía, como una conveniente equidad; la murmuración culpable, como un justo lamento; la inobservancia, como una libertad honrada, que es enemiga de escrú· pufos. De esta suerte no se confiesa por amor propio, lo que es verdadera materia de confesión, con riesgo de profanar los Sacramentos. ¡Ay de nosotros si no velamos sobre este amor propio con toda nuestra aten– ción! Roguemos al Señor que nos ilumine y nos inflame en su santo amor; pues a medida que crezca en nuestra alma el amor de Dios, disminuirá en ella el amor propio, así como el amor propio crecerá según que disminuya el amor de Dios. (r) Para apreciar en. su justo valor la doctriina de este último punto, tener pres.ente que el autor escribía cuanto las controversias sobre el probabilismo. Hoy, después de la inmensa labor llevada a cabo en el campo de la. Moral por san Ligorio y sus seguidores, todos sabemos a qué atener– nos respecto al valor de ciertas afirmaciones.
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