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honorífico, y de la otra uno despreciable; si nos acon– sejamos con el mundo, éste nos dirá que optemos por la honra; pero siguiéndose igual gloria de Di.os se ha de preferir el empleo despreciable, porque así lo re- · quiere la humildad que nos enseña el Evangelio. Cuand~ somos objeto de un agravio o de una calumnia, nuestras pasiones nos aconsejarán el resentimiento; pero hay que estar a las máximas del Evangelio, que son de pacien– cia, mansedumbre y caridad. Cualquiera que en la Re– ligión quisiera gobernarse con otras máximas que las del Evangelio, será siempre infeliz, porque tendrá dentro de si la confusión y el remordimiento. Lo mismo hay que hacer cuando ocurre y es necesa– rio dar consejo a otros, ya sean Religiosos, ya segla– res. Viene, v. gr., alguno a aconsejarse contigo, y a confiarte una pasión, que no sé por cual siniestro acci– dente se le ha despertado; estén lejos de .tu mente y mucho más de tu lengua, las perniciosas máximas del mundo, que sugieren ciertas actitudes y enseñan artificios para sostenerlas; acude más bien a lás m.áxi - mas evangélicas: recibir los trabajos como venidos de la mano de Dios, .tener paciencia por amor de Dios •Y mortificarse por amor de Dios. De esta manera, ni tú te hallarás jamás arrepentido de h.aber dado tal consejo, ni los otros de haberlo recibido, sino de haberlo rehu– sado.. MEDITACIÓN IV.-Se repiten las tres del dta con el espíritu de la regla 5. ª

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