BCCCAP00000000000000000000946

Digamos, pues, esto que san Bernardo decía a sí mis• mo: Ad quid venisti? ¿He venido yo a la Religión para buscar las comodidades y satisfacciones del cuer– po? ¿para ser un gran letrado? ¿para procurarme digni– dades y honores? Seguramente que no, sino pura y simplemente para servir a Dios y conquistar la bien– aventuranza. Por esto he repudiado el mundo. ¿A qué, pues, andarme en pos de este mundo miserable con tantos pensamientos y afectos? ¿De qué sirve en la Religión buscar otra cosa que a Dios, si Él fué el único objeto de mi venida a la Religión? Mi salvación eterna es mi todo, al cual deben mirar de la mafíana a la tarde, de día y de noche todos mis pensamientos. Si yo me salvo, lo habré hecho todo, aun cuando no hubiese hecho cosa alguna; pero si no me salvo, no he hecho nada, aun cuando me haya salido felizmente cualquier otro designio. MEDIT.A!CION II Sobre los medios que nos. conducen al último fin.. PUNTO I No solamente fuiste creado por Dios para servirle en esta vida, sino también para gozarle por toda la eter– nidad. ¡Oh cuántos medios te ha dado Dios para que llegues a conseguir este fin! Cuántas gracias generales y particulares, corporales y espirituales, exteriores e interiores. Me confundo, Sefíor, al considerar cuánto habéis

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz