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39 tificaciones con tanta alegría, y que en el momento de la Profesión pronunciamos con tanto fervor y gozo de espíritu aquellas fuertes, pero dulces palabras: Yo lzago voto,· y ahora nos hemos mudado del todo, de tal ma• nera, que ya ni aun por sombra parecemos los mismos de entonces?. La Religión en ninguna cosa se ha mu~ dado, pues con la :misma Regla las Constitucion.es son también las mismas. Y ¿qué significa, además, que en la Religión esta misma observancia, que a tantos y tan– tos es gustosísima, y a nosotros también en algún tiempo, ahora nos sea fastidiosa? ¿Qué quiere decir, que en nosotros va faltando ya, no sólo et deseo, pero aun el pensamiento de encaminarnos a ta perfección? Se ha obscurecldo el oro, se Iza mudado su belll· simo color (1). Esta es la causa de nuestro mal, Como que nos apartamos de nuestro fin, de aquí proviene, que no somos impulsados más por él. Poco a poco hemos decaído, pusimos los ojos en fines desordena– dos, perversos, en todo conformes a las pasiones y a la sensualidad: y de ahí es, que siendo desarreglado el fin, son también desarregladas nuestras acciones. No se puede negar esto, si bien lo consideramos. Miremos un poco lo pasado para considerar hasta cuándo hemos vivido como religiosos en el claustro. y hallarémos que mientras nos hemos acordado de nuestro fin; y a me• dida que poco a poco nos hemos apartado de éste, así nos ha ido faltando la observancia y virtudes reli– giosas. (r) Obscuratiim est aurum, mutatus est color optinius. (Thren. 4-1).

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