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Me acuso del mal hábito que he tenido de estar en la oración con una tibieza'gnmdfsima, no aplicándome jamás a hacerla como debía; estando voluntariamente distraído en cosas vanas e infructuosas. Me acuso del mal hábito que he''. tenido de 'gastar ociosamente el tiempo en inútiles conversaciones, omi– tiendo la lectura espiritual, el examen de conciencia y casi todo aquello que podía '.interesar a mi espiritual provecho. Me acuso de la habitual soberbia que con la cual acostumbro a jactarme y alabarme a mí mismo en varias cosas, con poca estimación de los otros; obsti– nándome en mi opinión, y no reconozco en mí señal de humildad interior ni exterior. acuso del mal hábito que tengo de faltar en la caridad fraterna, habiendo mantenido por dilatado varias versiones, ya con unas, ya con otras personas, huyendo su conversación y diciendo mal de ellos, con_ mal ejemplo de muchos que han advertido mi pasión y mi poquísimo espíritu. No sé si en esto ha habido de hecho culpa grave, pero lo temo mucho, y en una vez que he tenido mal ánimo contra un Superior con todas las señales de verdadero odio. Me acuso de un mal hábito de haber hecho las ope– raciones de la vida rnligiosa, sólo por necesidad, o como por costumbre, sin ningún sentimiento de Dios, ni acompañar casi jamás la obra exterior con el in– terior. Me acuso de 110 haber observado el voto de la Pobreza, sino en aquello que 110 he podido menos y por fuerza; de habet buscado y deseado todas mis