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dudosas o ya ciertas, me he llegado no obstante al Altar sin confesarme, pudiendo hacerlo cómodamente, y me duelo de mi mal hábito hecho en esto por mi rela– jada conciencia y poquísimo temor de Dios. Me acuso también que siendo fácil en tener pensa– mientos deshonestos, he dado casi siempre ocasión a .ellos, con una gran libertad de los ojos, especialmente fuera de casa, mirando las mujeres; y me acuso de mi mal hábito sobre la curiosidad en las miradas, no morti– ficándome en cosa alguna aunque conociese la necesidad de ello dada mi debilidad. (Si hubiere alguna cosa de palabras, u obras contra la castidad, se dirá aquí con tal modestia, que no se ofendan los oídos y pureza del Confesor.) Me acuso que... veces, poco más o menos, he hablado familiarmente con una mujer joven, solo con sola, en Jugar apartado, donde no podía ser visto de ninguno; y aunque por la Divina Misericordia, no haya cometido cosa alguna contra la honestidad, me acuso, sin em– bargo, de haber estado en aquella sospechosa conversa– ción, dando motivo para que se formasen malos juicios de mí, y exponiéndome a mí mismo a gran peligro. Me acuso que hallándome fuera de casa en días de ayuno, mucho he dudado... veces de haberme excedido en la cantidad de la colación, quebrantado el ayuno. Me acuso del mal hábito de rezar casi siempre el divino oficio con distracciones y de ser negligentisimo en desecharlas; más bien deteniéndome en ellas mu• chas veces voluntariamente; creo con todo eso. haber satisfecho en cuanto a lo substancial; pero me acuso del mal hábito de irreverencia y de indevoción. 1S