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299 de religión con mérito verdadero. El sacerdote es como un cuadro con marco astroso, si tiene algún vicio; y así no quiero en el sacerdote minir el marco, sino el cuadro para honrarle como debe, en conformidad con lo que me impone nuestro Padre san Francisco. Lo que he dicho del sacerdote, digo también del Su– perior, porque él representa a Dios, y le debo toda reverencia. Este es el cuadro que miro y no quiero fijarme en el marco: de qué linaje, de qué habilidad o de qué talento sea. Por más que me digan que no estoy obligado en esto o aquello a depender del Superior, yo quiero depender de él con una dependencia total; pues sin ésta conozco claramente que no tendré jamás ni la paz del corazón ni la quietud de una buena conciencia. No se me diga que así o así se usa, y que no estoy obligado a obedecer en Jo contrario de aquello que se usa. Yo no sé tanto; sé que en mi profesión hice pro– mesa a Dios de obedecer a mis Superiores y no de obedecer los usos. Si alguno me pregunta quién me ha enseñado esto, responderé que lo he aprendido en la meditación de la muerte y en la del juicio de Dios, cuando se mudarán los aspectos de las cosas y tendré que dar cuenta. Esta máxima he aprendido no sé de quién: atender a portarme como Religioso honrado o cuidar mucho de no dar escándalos y hacer bien mi oficio, y proceder de tal modo, que no sea tildado y pueda tratar con todos. Yo había impreso en mí fortísimamente esta máxima de tal manera, que en nada pensaba menos que en ser Reli– gioso de espíritu en el interior, contentándome con ser,
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