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he de considerar como si fuese dicha a mí mismo, y para corresponder cuanto debo, no hallo· otra cosa mejor que estar atento a la observancia de lo que se encarga a los predicadores en el capitulo IX de nues– tras Constituciones, donde se advierte que ninguno de ellos jamás se engolfe tanto en el estudio de las letras que por eso se omita la oración; antes bien, para poder mejor tener el espíritu de Jesucristo, esforzarse en dar más tiempo al espíritu que a las letras ... Juntamente con la santa pobreza, no dejar jamás el camino real que conduce al cielo; esto es, la santa humildad, acor– dándose que la ciencia adquirida da mortal herida, si no está vestida de corazón humillado. Antes de estudiar levantar la mente a Dios con espíritu de humildad y corazón contrito. Acordarse del dicho de san Gregorio, que fácilmente es despreciada la predicación de aquel que tiene .la vida relajada ... No predicar frioleras, fá· bulas, poesías, inútiles cuestiones, curiosas doctrinas, y sutilezas entendidas de pocos, sino como lo hacía san Pablo, a Cristo crucificado... Probar principalmente con la autoridad de Jesucristo, que está sobre todas las personas y autoridades del mundo ... No descender a ninguna persona .particular, máxime si es religiosa ... Abstenerse de frases ampulosas y lenguaje afectado, y usar de términos desnudos, puros, simples y humildes ... Ayunar en cuanto cabe y sujetarse a los manjares cua• resmales en la Cuaresma ... No recibir por la predica– ción, cosa alguna que represente premio o paga de sermones. . Acabada la predicación apartarse luego del lugar donde se ha predicado, y volver a la soledad, para inflamarse del divino amor en la santa oración.
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