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estando glorioso en el cielo a la diestra del Padre; obedeciendo a todo sacerdote, apareciendo· en la hostia y el cáliz, apenas se profieren las palabras de la consagración. Que el sacerdote sea santo, pecador o sacrílego; Jesucristo del mismo modo obedece a cual– quier sacerdote, que como tal profiere ·1as palabras de la consagración: obedeciendo el Señor a la vos del hombre, como decía Josué (1). Grande ejemplo, e ins– trucción para un sacerdote, de cómo él debe asimismo ser siempre obediente a cualquiera que sea superior suyo. Ninguno tiene tanto compromiso como el sacer– dote de profesar una obediencia tan exacta, puntual y a ciegas; teniendo el modelo en Jesucristo, todas las mañanas, mientras dice la santa Misa, Sobre el estado de predicador. En cualquier lugar en que al Señor le plazca que yo predique, me encomendaré primeramente a los ángeles custodios y a los Santos protectores del pueblo que hubiere de oírme, y les rogaré que cooperen conmigo a los designios de Dios, los cuales son que su palabra evangéli.ca fructifique para santificación y salud de las almas. En el empleo de la predicación se debe desear el buen éxito con la mira de promover solamente la gloria de Dios; mas porque cuando se logra algún fruto es dificultoso no tener alguna complacencia interior, debo (r) Obediente Domino voci llominis. (J osue, I0-14.)

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