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282 ordenarse de sacerdote, después que un ángel le manifestó una redoma de agua limpiisima, y le dijo que debe ser tal un sacerdote que celebra. Yo soy sacerdote ya ¿y tengo de esta pureza ni aun la apa · riencia? ¿ni una sombra? No exige mi carácter una pureza solamente de pecados mortales, sino también de veniales, y de toda imperfección voluntaria. Yo 110 pienso en ello; pero ha de venir un tiempo, en que no me valdrá el decir: no lo pensé, pues tengo obligación de pensarlo para proveer los sucesos míos. Es inexcusable cualquiera que pierda el respeto al sacerdote y lo desprecie, pero es más reprensible el sacerdote que envilece su dignidad, y la hace de su parte menospreciable con sus costumbres poco edifi– cantes. Si es de razón pretender que los legos respeten al sacerdote, éstos tienen también razón al pretender que el sacerdote se porte como sacerdote, y mantenga el decoro sacerdotal con superioridad de virtudes. No es siempre sentimiento de Religión el querer un sacer– dote ser estimado y honrado de los legos. También ia soberbia se cubre a veces con capa de celo; y sea como fuere, está siempre el sacerdote obligado a ser el primero en hacerse honor a sí mismo, y dar a cono– cer la estimación que él hace de su dignidad con su conducta ejemplar. ¡Qué vergüenza, venir un lego con su modestia a condenar al sacerdote por demasiado libre en su con- flojedad que las informa poco o nada contribuyen a la con– servaciólfl y acrecentamiento de las virtudes cristianas, y esto es lo que evidentemente quiere dar a entender el Autor.– N. del E.

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