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28 mejor forma nuestra vida, co111enzando a vivir, aunque tarde, como deberíamos siempre haber vivido. PUNTO II Un alma tibia no está muy lejos de caer en la dureza de corazón, y ser abandonada por Dios, de tal suerte, que jamás vuelva al fervor de espíritu. Terrible y espantoso es el sentir de los santos Padres cuando dicen ser más fácil que se convierta un pésimo pecador en el siglo, que un alma tibia en la Religión. Y esta es aquella amenaza que Dios hace en el Apocalipsis. Porque eres tibio, comensaré a vomitarte de mi boca (1). El vómito de Dios es lo mismo que su eterno abandono: !porque no se vuelve a tomar jamás aquello que se vomitó una vez. ¡Horrible amenaza! ¿Y tú, alma mía, no temes? Mucho tiempo ha que el Hijo de Dios te sufre y te espera: Puede ser que esté cercano aquel momento fatal en el que Dios ha deter– minado abandonarte, si no despiertas sacudiendo .esta flojera. ¿Qué resuelves, pues? ¿No te avergüenzas de no haberte jamás cansado de ocuparte en tantas vani– dades, y que ahora te moleste el corresponder a Dios, que te llama con tanto amor? Dios te habla claro y dice, que comenzará a vomitarte, esto es, a dejarte vivir y dejarte morir en ese miserable estado. ¡Ah!, no, Dios mío; haced cuanto os plazca de mí; pero no me abandonéis, lanzándome de vuestro corazón. Me arre- . (1) Quia tepidus es... incipiam te evomere ez ore meo, (Apoc., 3-16.)
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