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esto puedo, sino ayudado de la gracia de Dios; pero si no la espero haré un agravio a Dios. Sería una gran locura vivir en una Religión austera y penitente, con tantas ocasiones de satisfacer a la di– vina Justicia, y no vivir de tal modo que pue,da confiar estar poco o nada en el Purgatorio. Lo· que más temo pueda hacerme perder poco a poco el fruto de los Ejercicios, es el apego que tengo a la gran vida regocijada; y una repugnancia grande a tódo aquello que es incómodo a la naturaleza, y un excesivo cuidado, solicitud y ternura por la conservación de mi salud corporal. Y para repararse de esto no hallo otro refugio que meditar frecuentemente la pasión de Jesu• cristo, y acordarme del Paraíso. ¡Oh, alma mía!, que eres inmortal y criada para la eternidad de la gloria, ¿te parece bien tanto cuidar de la basura de este cuerpo? Dios no quiere que yo con• serve mi salud, con perjuicio de la edificación del pró• jimo, y de la regular observancia que se descompone con las singularidades y delicadezas. Son muchos más los que reciben daño corporal, con menoscabo de su salud, por haber comido, o bebido demasiado, o por excederse en los placeres del cuerpo, que por practicar una prudente y moderada mortificación. ¡Si yo muriese ahora por haber vivido como buen religioso!, ¿no séría esto un buen morir? OREMUS Deus, qui diligentibus te bona invisibilia prcepa– rasti, da cordibus nostris inviolabilem tui amoris

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