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272 cortesía, sino que evites aquellos usos de intimidad que puede ocasionar amistad; porque en hacerse amigo de aquellos que no tienen en la cabeza ni saben formar otros discursos sino de políticas vanidades irreligiosas, no se puede dejar de contraer cierta semejanza de sen· timientos, ni de extinguirse el fervor de nuestra devo– ción. El tercero es hacer mucha cuenta de las cosas pequeñas; porque en espiritualidad nunca se cae de la sólida virtud a la relajación todo de una vez, sino poco a poco. Si consideras cómo liegaste al miserable es– tado de tibieza en que estabas antes de hacer los Ejer– cicios, encontrarás que comenzó el mal por poca cosa, y ftté creciendo paulatinamente. Reconoce, pues, el peligro por tu misma experiencia, y trata de ser más cuidadoso en adelante, guardándote de él. Otras varias causas pueden concurrir para que olvi– des tus buenos propósitos, y pierdas el fruto de estos santos Ejercicios; pero de donde quiera que proceda tu relajación, hallarás con evidencia esta verdad, que un alma enfervorizada en el servicio de Dios no puede entibiarse, ni relajarse jamás en la observancia de sus votos y preceptos, sin alguna propia malicia suya. Si tú por ventura te relajares, no eches la culpa a las ten– taciones del demonio, ni a las ocasiorn°s, ni a la humana fragilidad o natural inconstancia; sino a la malicia tuya, esto es, a tu mala voluntad. Acostúmbrate, pues, a tener una buena voluntad, y un Quiero que sea siem– pre firme y constante: Quiero servir a Dios y sal– varme. Esto bastará parn vencer cualquiera dificultad que se atraviese. Procura tener buena voluntad, esto es, una voluntad resuelta que no difiera para mañana
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