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270 tiene viva la gracia. Y por tanto debes temer el omitir la oración; y si acontece que algún día la dejas, tiembla de miedo y esfuérzate a reparar de la mejor manera que te fuere posible la omisión. La segunda causa de aflojar en el servicio de Dios, puede estar en los malos hábitos ya contraídos, los cuales refuerzan la inclinación que tiene la natura– leza a lo malo. Nuestras pasiones se vician fácilmente, y cuando están viciadas no se doman tan prontamente; y no creas que por no haber sentido ni conocido su insolencia en el tiempo de los Ejercicios, ya por eso están refrenadas y domadas: ellas son todavía diso– lutas y altivas; y la mortificación es el único remedio para vencerlas. Las ocasiones de mortificarse interior y exteriormente en la Religión nunca faltan. Mira, pues, cómo has de prevalecer contra ellas, y no se te pase dfa que no hagas estudio particular para supe– rarlas: la oración te ayudará a la mortificación, y la mortificación servirá de ayuda para hacer bien la ora– ción; y por medio de la oración y mortificación, con• servarás el fervor a despecho de todas las mal habi– tuadas pasiones. Tenemos dentro de nosotros mismos el reino de todos los vicios, y juntamente el reino de Dios; pero éste no se arrebata sino con mortificarse, y saber hacerse violencia. Una advertencia. Como antes de los Ejercicios no estabas avezado ni al retiro ni al recogimiento; al ter– minarlos te parecerá que la naturaleza ha padecido y está oprimida y que necesita algún honesto alivio. Por esto se aunarán el amor propio y el demonio, para per– suadirte que te diviertas con charlas y ociosidad, so
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