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Examínate ahora, si acaso eres tú de esta suerte: compara tu estado presente con el que tenías recién profeso: y acuérdate que entonces caminabas con sim– plicidad y rectitud en la presencia de Dios; mas ahora no. Entonces tenías escrúpulo de ciertas cosas, y ahora deberías tenerlo y no lo tienes. Hacías los actos y ejercicios de 1.a Religión con reflexión devota, y con gusto y ahora no. Confiesas casi siempre unos mismos defectos notables, sin que jamás seriamente te. apliques a enmendarte. Con el pretexto de que hay otros más relajados, quieres tú tenerte por bueno; pero en verdad, ¿puedes ser bueno con tan poca obediencia y fidelidád a Dios? ¡Oh mezquino de mfl ¿Tengo yo todavía pensamiento de seguir una tal vida? ¡Q1.té confusión la mía en la hora de mi muerte, haber vivido tanto tiempo en una Reli– gión santa, con un hábito santo, en compañía de santos, en la profesión de una Regla santa y hallarme tan lejos de la santidad! Es peligrosísimo este mi estado, y me veo en gran riesgo de perderme. ¿Y de dónde nace que yo no tema? Todo .es, porque la vanidad me dis– trae, y no pienso en las verdades eternas. Recójete, pues, alma mía, y piensa, medita seriamente sobre estas verdades. Ahora es tiempo de restablecer en moral.mente imposible evitar, y en segundo térmi110 el pensar que sólo puede ser tibio aquél que desprecia toda suerte ele pecados :veniales y sólo teme el mortal. Aunque esto último es indicio seguro de tibieza, no es necesario tanto ; y el alma es verdaderamente tibia aun cuando el menosprecio de los pecados veniales no se extie1nda a todos, sino solamente a algunos cuando ésto.s son verdaderamente tales y el desprecio es habitual.
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