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ha hecho Dios, puede ser la última, y relajándote estás en peligro de reducirte a un estado mucho. peor que antes, por el riesgo de que Dios no te llame acaso otra vez, que te abandone, y te vivir y morir en tus malos y en tus dominantes pasiones. Justísima pena, debida a una alma ingrata, después de tantas gracias como en estos días ha recibido de Dios. ¡Oh, qué horrible verdad es esta para mí, Dios mío! Yo creía no tener que temer sino mis pecados come– tidos, pero veo que todavía debo temer mucho más por las gracias que recibí¡ porque si de éstas abuso y no me aprovecho, ¿qué será de mi alma? Tengo firme es– peranza de que mis pecados ya cometidos fueron per– donados; pero si no correspondo a tantas gracias como en este retiro se me han comunicado, ¡ay de mí!, la esperanza de obtener otras gracias semejantes me falta, y el temor de los eternos castigos me abruma; porque reconozco a la divina misericordia sobremanera disgustada y la justicia irritada conmigo. Para que así no me suceda, me humillo, Señor, delante de Vos, y con el mayor sentimiento posible, os ruego hagáis efi– caces aquellas luces y conocimientos que me habéis concedido; yo pongo en mis manos mi alma, y nueva– mente la dedico, consagro y sacrifico toda a Vos, con protesta de no volver a tomarla jamás, para hacer mi voluntad, sino únicamente la vuestra. Tomad, Señor, a vuestro cargo esta mi pobrecilla alma, porque yo no soy bueno para nada, ni puedo cosa alguna. Conti– nuad, Señor, sobre mí vuestra misericordia, para que yo pueda continuar honrándola en el tiempo y en la eternidad. Amén.

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