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266 tlmte de pedirla, diciendo con el Profeta: Perfeccio– nad, oh Dios mío, lo que nos habéis concedido (l). Bendecid mis propósitos, y fortificad, Señor, mi debi– lidad: quitadme primero la vida, antes que yo falte a las resoluciones que Vos me habéis inspirado, MEDITACION II Sobre los motivos de perseverar en el fruto. PUNTO I Considérate semejante al Paralítico de la Piscina, a quien milagrosamente dió la salud Jesucristo, y hazte cargo de que a ti fueron dichas aquellas mismas pala– bras: ¡ Mira que ya estás sano! Guárdate que no hagas cosa alguna desagradable a Dios, porque n.o te suceda peor. Tu alma por la gracia de Dios se halla ahora sana de la tibieza, y está restituída a su religioso fervor. Considera muy bien las luces, el co– nocimiento, y las inspiraciones que has recibido de Dios durante estos dfas. ¿No te hallas acaso interior– mente fortalecido de la gracia, para determinarte a perfeccionar la obra de tu salud eterna? Sí, por cierto, así es: Dios no ha faltado, ni falta de su parte, y pue– des vivir seguro, que tampoco te faltará jamás con su ayuda, siempre que tú quieras honrarle con una fiel correspondencia. De ti, pues, depende todo. ¿Qué dices? (I) Confirma lzoc Deus, quod operatits es in 11obis. (Psalm. 67-29.)
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