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que prescribe la Religión, conteniéndote, no sólo de hablar, sino también de otro cualquier estrépito en el trabajo manual, en el andar, abrir o cerrar de puertas, que pueda estorbar e inquietar a los demás ... Si en otros tiempos eres más inclinado a hablar, que a ca– llar... Si por amor del silencio te abstienes, no sólo de palabras ilícitas y ociosas, acordándote, que de todas se ha de dar cuenta a Dios, sino también de algunas palabras lícitas, persuadido como debes estar de que no hay palabi·a tan preciosa, cuanto es precioso el silencio las más de las veces. Examínate lo cuarto, sobre la conformidad con la voluntad de Dios, porque ésta es la sola virtud con que se puede medir todo el adelantamiento que se hace en la perfección, la cual no consiste en los ayunos, ni en las mortificaciones, sino en tener por norma sólo la volun– tad de Dios; y mientras no nos despojemos de nuestra voluntad, para someternos a la Divina, podemos pensar que no hemos dado ni un solo paso en el camino de la santidad. Considera, por tanto, si estás contento en el estado en que Dios te ha puesto, no porque el estado sea conforme a tu natural condición, sino porque así Dios lo ha querido ... Si le dejas a Dios enteramente todo aquello que mira a ti mismo, sin desear, ni talen– tos, ni oficios, bajo pretexto de trabajar por su gloria: ni consolaciones con el motivo de servirle con más fervor ... Si en las adversidades que te acontecen, le– vantas el espíritu para recibirlo todo de la mano de Dios, sin atribuirlo ni a la malicia de los hombres, ni a su imprudencia, ni a la disposición de los tiempos, ni a otras causas naturales... Acostúmbrate a tomar todas

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