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gente, examínate todavía, cuáles sean los motivos de tu diligencia, si por razón de verdadera virtud religiosa o si por ganar la benevolencia de los otros ... , si por granjearte la opinión de hombres sin tacha, si por tener motivo de condenar y reprobar con mayor libertad la tardanza y negligencia de los demás ... Examínate lo segundo, sobre la mansedumbre y dulzura; la cual es una virtud que modera la ira e induce al alma a que haga bien a todos, sin ser capaz de dañar a nadie. Mira, por tanto, si amas de corazón a quien te ha ofendido... Si vives dispuesto a amar a quien de cualquiera manera te pudiera ofender... Si eres fastidioso o importuno a los demás... Si desde• ñoso para negar aquello que honestamente te piden ... Si te inquietas contra quien turba tus designios, aun en cosas ligeras... Si te encolerizas, si respondes airadamente ... Si eres afable, benigno, cordial, cortés, como estás obligado a serlo con todos tus prójimos. Examínate lo tercero, sobre la virtud del silencio, que consiste en reprimir el inmoderado apetito de hablar. Esta virtud es importantísima para el Religioso; supuesto que no debe juzgarse capaz de mortificación alguna, el que no sabe mortificar su lengua. Y por esto dice Santiago: Que es vana la Religión del que no sabe refrenar su lengua (1); y encierra mucha verdad aquella nuestra máxima antigua; que puede creerse que nunca hace oración el que es gran hablador. Mira, por tanto, si observas el silencio en los lugares y tiempos (r) Non refrenans linguani s,uam, hnjus vana'. est religio. (Jacob. r-:a6.)
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