BCCCAP00000000000000000000946

gracia, porque el Eterno Juez responderá, que ta gracia estaba pronta; mas para recibirla era necesario hacer oración. La gracia de orar no falta jamás; y con esta gracia se puede decir, que el Religioso tiene todas !as demás gracias cuándo y cómo las quiere; pero el mismo Religioso es el que no quiere servirse de esta gracia, cuando no procura aplicarse a la oración, por– que no quiere verse obligado por la Verdad Eterna a reformar la vida, y apartarse de las vanidades que tanto ama. Lisonjéase tal vez el religioso, que basta tener juicio y prudencia, para saber vivir como Religioso en la clausura; pero se engaña: porque la prudencia humana es natural, y siendo natural no puede ejercitarla conti• nuamente en una Religión austera, en la cual para vivir vida de Religioso, es necesario hacerse continua fuerza. La prudencia del mundo, viene insensiblemente a ser una prudencia de carne; y con una prudencia de carne, ¿cómo se puede subsistir en una Religión, que hace tanta profesión de espíritu? Cuando esta pruden– cia bastase, solamente serviría al fin para hacer Reli– giosos de reputación a los ojos del mundo; pero esto es vanidad, y nosotros debemos procurar ser Religiosos de conciencia ante los ojos de Dios y es imposible que seamos tales, sin hacer oración. Persuadámonos. pues, que a nuestro estado le es necesaria la oración, y guardémonos, cuanto es posible, de omitirla, sienda ésta la precisa intención de nuestro Seráfico Padre san Francisco, de que nunca se omita el estudio de la santa oración, por atender a otro cualquier empleo. Parece que no puede darse ocupa~

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz