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173 ser todo de propio capricho, son tan solícitos en no fal– tar en cosa alguna; y si por ventura un día las omiten, sienten escrúpulo, y se confiesan de ello, como de haber faltado a una inspiración de Dios. Pero cuanto a las Constituciones de la Orden, las cuales voluntad expresa es de Dios que se guarden exactamente, no quieren aplicarse en manera alguna; no pasa un día que no las quebranten, y de las innumerables transgresiones no hacen materia de conciencia, ni casi jamás confiesan su culpa. ¡Qué ceguedad poner tanta diligencia en las cosas que son de propia voluntad, y usar tanta negligencia en las que son querer expreso de Dios! No condeno, antes si alabo todos los ejercicios devotos; pero la primera y principal devoción que ha de tener ttn Religioso, debe ser la observancia regular; las demás devociones son de supererogación, sin las cuales .puede la religiosidad mantenerse; pero la observancia de las Constituciones es de obligación, por deber del propio estado, y sin esto no puede mantenerse la perfección religiosa. Hagamos en la Religión todo lo que queramos, jamás aprovecharemos en la virtud, mientras no observemos nuestras Constituciones. Todas las gracias que Dios ha determinado hacer a nuestra Orden, no pasan, sino por estos canales, a la manera que la sangre no se comu– nica a todos los miembros del cuerpo, sino por las venas. De esta observancia depende nuestra salud eterna; y no es de admirar que de la inobservancia dependa también nuestra eterna ruina. Todas las almas reli– giosas que se hallan en el infierno, han comenzado stt perdición por una pequeña inobservancia; y por esto
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