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169 hábito y con malicia, sabiendo que debe observarlas y no quiere. Examínate, por tanto, lo primero, si hay en las Cons– tituciones alguna que tú estés acostumbrado a quebran– tarla, aunque te diga tu conciencia que estás obligado a observarla, y sin que tengas disgusto del quebranta– miento, ni propósito de la enmienda ... Si ves con malos · ojos a los verdaderos observantes de ellas, llamándoles simples, escrupulosos, incapaces... Si te lamentas de algún Superior, tratándole de riguroso, e indiscreto, porque procura mantener la observancia, corrigiendo y castigando a los defectuosos ... Si aconteciendo ser advertido por alguno de haber obrado contra alguna Co11sfüuci611, respondes con admiración, o enfado: ¿A qué vienen tantas Constituciones?, basta observar los votos.. Si instigas o animas a otros a quebrantar– las, como cosa de poca importancia, esparciendo anchas doctrinas, con perjuicio de la observancia regular, y escándalo, especialmente, de la juventud... Cuando, pues, reconocieres en ti algún mal hábito de esta suerte, entonces tendrás justo motivo para creer que te hallas en un estado muy peligroso. Así como un rico obligado a hacer limosna no se puede decir que cometa pecado mortal cada vez que la niega a un pobre, pero se dirá que se halla en estado de pecado mortal, no dando limosna alguna por afíos y años, asi un Religioso obligado a la observancia de las Constituciones, no se puede decir que cometa pecado mortal quebrantándolas alguna vez, pero se dirá funda– damente, que se halla en estado de pecado mortal, si no trata de la enmienda. Examínate, en esto, seria·•

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