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una real renuncia de todas las cosas del mundo, con– forme se ha comprometido con el voto, a fin de seguir a Jesucristo, que nació pobre y vivió pobre. CuandÓ conociere por la obediencia ser voluntad de Dios, que yo me emplee en este o en aquel oficio, debo al instante aquietarme; y la pena que tuviere en dejar cualquier cosa de mi satisfacción será compensada por el contento que debo sentir en dar gusto a Dios y hacer su voluntad. El no de Dios se debe recibir con sumisión lo mismo que el sí, y por eso la obediencia, sea la que fuere, debe dejarnos en paz, estando seguros de hacer el querer de Dios. Al considerar una por una todas las virtudes, hallo que no tengo alguna, no diré en grado heroico o per– fecto, pero ni siquiera en mediano; por lo mismo, no sé ni cómo ni porqué pueda yo tener motivo de ensober– becerme. Lo que ocasiona en el religioso la tibieza de espíritu es el obrar, no con reflexión, sino por hábito; por tanto, procuraré acompañar siempre mis operaciones con una santa y actual dirección. Las mismas cosas indiferentes dichas en la conversación común para que no sean ociosas, debo procurar que sean proferidas con la debida prudencia y que sean, a lo menos, espiri– tuales de algún modo por la intención enderezada a Dios. , Para tomar parte en los asuntos del prójimo, aunque sean espirituales, no debe bastarme el considerar que de mi interés no pueda seguirse más que un bien, sino que he de ver si Dios quiere que se siga el tal bien
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