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155 generalmente lo es el practicar cualquiera virtud, cuando así Jo pide el caso. Y el respeto humano hace que este deber y obligación, se deje por temor de ser notados y burlados de alguno. Así, por el temor que infunden las burlas o agravios de un cualquiera, se hace muchas veces lo que no se debe; y así se conforma con la maledicencia, con la irreverencia en el culto de Dios, con la prevaricación de las Constituciones, y con cierto disoluto libertinaje, sólo por conformarnos con aquello que hacen otros, por sospecha que de no hacerlo así, nos puede venir alguna burla o desprecio, al querer obrar de otra manera. Por el mismo humano respeto dejamos de resolvernos a aquella miidanza de vida, a la cual Dios nos llama: al pasar de la negligencia a la puntualidad, de la distracción al recogimiento, de la tibieza al fervor, se piensa, y se teme: ¿Qué se dirá? Sábese que los buenos Religiosos tendrán complacencia de esto; pero por no desagradar a dos o tres holgazanes capaces de censurarnos, porque abandonamos su partido disoluto con una pusilanimidad vergonzosa, se resiste a las buenas inspiraciones, y a los impulsos del Espíritu Santo. Parece cosa extraña, incomprensible, entre los Reli– giosos, que hacen profesión de servir a Dios, haya también quienes aparten a los otros del servic;io de Dios. Pero no debe maravillarnos, cuando, según san Marcos, fueron algunos de los mismos que pertenecían al Apostolado los que más criticaron e inquietaron a la Magdalena llorosa a los pies de Cristo. Y Dios es quien permite y dispone con suavísima providencia estas pruebas para ejercitar nuestra fidelidad, bastando
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