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153 de parecer pecadora, no se avergonzará• tampoco de comparecer penitente. Anímate, pues, con este ejemplo: Si tú no vences y atropellas los respetos humanos, no avanzarás jamás un paso en el camino de ta perfección. Es verdad, que dirán de ti, al ver tu mudanza de vida, ni faltará quien repute ser, o una melancolía, o una debilidad, o una extravagancia et fervor de tu espíritu; pero permanece firme, y no dudes: Dios dará fuerzas a tu flaqueza, y tomará por su cuenta la defensa tuya, así como tomó la de la Magdalena. Por más que digan, quiero servir y agradar a Dios, y no me importa el decir de los hombres. PUNTO II La Magdalena Jo sacrificó todo a Dios: mundo, pompa, vanidades, amores, placeres, todo para ella fué nada, y sólo Dios era su todo. Unicamente dedicada a Cristo, se olvidó de sí misma, y convirtió en servicio de Dios todo aquello de que se había servido para pecar. Empleó los ojos en llorar sus culpas, los cabellos para enjugar los pies de Cristo su Salvador, las manos en castigar su cuerpo, la mente en concebir santos pensamientos, el corazón en derretirse de amor divino. Su penitencia fué entera, porque se consagró toda a Dios, sin reserva de afecto ni de cosa alguna del mundo. Imita, pues, esta perfecta penitente, examínate de qué cosas te has servido hasta ahora en ofensa cle Dios, y hallarás que te has servido de los sentidos del cuerpo, y de· tas potencias del alma; resuelve por esto en 10

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