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blo (1). Nosotros también debemos tener este noble sentimiento. La profesión de los votos constituye el ser de Religioso; pero lo que lo hace buen Religioso no son los votos, sino la perfecta observancia de los mismos. Somos Religiosos desde el momento que hicimos voto de pobreza, de castidad y de obediencia; pero no seremos buenos Religiosos mientras no nos esforcemos en ser perfectamente pobres, perfectamente castos y perfectamente sumisos a la voluntad de los Superiores. Quien busca solamente en la materia de los votos huir el pecado mortal, y quiere gobernarse por esta regla: Pensar en esto, con tal que sólo se llegue aquí, no es pecado mortal. Hacer y decir asf, mientras no se pase mds adelante, no es pecado grave, no podrá perseverar mucho sin grave culpa. En lo mediocre, este medio de no querer ser, ni perfecto, ni relajado, no puede haber consistencia. Cesará presto de ser buen Religioso aquel que se contenta con no ser del todo malo, y llegará a no tener de Religioso más que el nomt-re el que no se aplica a ser Religioso con perfección, procurando observar exactamente sus votos. Mas para esto es necesario amarlos, no habiendo sino el amor, que pueda movernos a reducirlos perfectamente a la práctica. Si amamos nuestros votos, haremos de la pobreza nuestro tesoro; nuestras delicias de la castidad, y de la obediencia nuestra gloria. El voto de pobreza nos obliga a no tener cosa propia; (1) Q-u.id . retri/ma,111, Do1m'11-o pro 01n1-1,ib11s. qna,e rctribuit mim? Vota mea Do111Áno 1·edáa,m coram 0·1nn'Í popnlo ejus. (Psalm. ns--12, r,¡,.)

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