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I,¡6 has dado consejos contra la obediencia ... dando la razón a otros y fomentando sus pasiones con vanas conjeturas de que no están obligados a obedecer... Haciendo odiosos los Superiores... Ocasionando des– víos e irreverencias con ellos. Examínate, lo tercero, si te paras algunas veces a formar dentro de ti mismo algunos discursos mentales, figurándote algunos casos que te pueden ocurrir y diciendo para ti: Sí el Superior me mandase esto, dirfa, harta, me quejaría, defenderla, etc., forjando temeridades, y rehusando obedecer... En estos actos internos está toda la malicia, y hay que frenarlos tanto, porque son pecaminosos delante de Dios, como también porque si no se reprime la malicia interna, cuando venga la ocasión se prorrumpirá con facilidad exteriormente. Si eres de aquellos que defienden anchas y falsas doc– trinas contra la perfección del voto, no teniéndote por obligado a obedecer en cosas pequeñas, etc. Era cosa pequeña el bocado de manzana que comió Adán, y con todo quedó Dios gravemente ofendido por ello; porque no se mide el pecado de la desobediencia, sólo por la gravedad o parvedad de la materia, sino también por el acto de nuestra voluntad, que rehusa el sujetarse a la del Superior contra la solemne promesa que en la profesión hicimos a Dios. MAXIMA Sobre observar los votos con perfección. Decía el profeta David: ¿Qué daré en retorno al Señor por todos los beneficios que me ha con– cedido?... Cumpliré mis votos delante de su pt:te-
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