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133 en dos cosas: saber callar, y saber hablar. Parece que el saber callar sea fácil; pero es tal vez la más difícil de todas las artes. Hállanse muchas escuelas entre los hombres, donde se enseña el arte de bien hablar; pero, el de bien callar a su debido tiempo, según conviene, no se enseña sino en la escuela de Dios. Los santos Padres del yermo estaban acostumbrados a decir, que quien no sabe callar, no sabe hacer oración; quien no sabe callar, no sabe ser pobre. ni casto, ni obediente, ni humilde; porque el espíritu virtuoso de Dios ama el silencio, y no puede habitar en el corazón no guardado por él. El espíritu de vino si no se tiene bien cerrado el frasco, luego se exhala y se evapora, de tal modo, que no queda otra cosa que las heces. Así también acon– tece con el Espíritu de Dios. Más podemos perder en media hora de charla que haber ganado en un mes de oración. El Espíritu de Dios es sutilísimo, y se evapora y exhala más por la lengua, que por los otros sentidos. El saber callar ayuda también mucho a mantener la paz consigo mismo, y con los otros; de donde viene el proverbio: Aadi, vide, et tace, dam velis vivere in pace. «Oye, mirn y calla si quieres vivir en paz.» En una Comunidad no se puede menos de oír y ver algo; pero si vas a decir to que has visto u oído, ¿cuántos disturbios y cuántas inquietudes no se originan de ahí? La confianza es de ordinario el pretexto, por el cual se dice aquello que se debería callar; pero téngase pre– sente que las más veces aquello que se dice en con– fianza a uno, se dice también por éste en confianza a

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