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130 Ofrécele al Eterno Padre la humildad de Jesús, y en esta humildad reconoce el grande motivo que tienes para domar tu soberbia. El Hijo de Dios se humilló, se abajó, se anonadó delante de su Padre; ¡qué inso– lencia, pues, que un gusanillo como soy yo, quiera ensoberbecerse, preciarse y estimarse! Pídele al Señor una verdadera humildad. MEDITACION III Sobre el nacimiento de Jesucristo. PUNTO I Considera a Jesús en el pesebre, y mira a qtté miseria se ha reducido por tu amor, El es el Señor y dueño absoluto de todo el mundo, con sólo un abrir de manos, llena todas las criaturas de bendiciones; y a pesar de todo ¡qué pobreza tan extrim1a eligió para su naci– miento! Ya que había determinado nacer pobre, podía ser en Nazareth, en la pequeñuela casa de sus padres, con alguna de aquellas comodidades que aun los otros pobres suelen disfrutar; mas no se contenta con una pobreza ordinaria, y escoge por lugar de su nacimiento, una humilde cueva, fuera de poblado, expuesta por todas partes al aire de un rigidísimo invierno, y en la cual no había otra cosa que un poco de paja y un pesebre: visita con el pensamiento aquella santa gruta, en la cual no hallarás cosa alguna superflua, bien al contrario, verás una gran penuria de todo lo necesario. Acuérdate aquí de tu voto de pobreza; y para mejor
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