BCCCAP00000000000000000000946

128 medio para satisfacer a la Divina Justicia Ahora bien: ¿Quién habría creído jamás que un Dios se hiciese hombre por la salud del hombre? En el hombre no habfa para esto mérito alguno: en Dios no habfa obligación ninguna. Siendo, como es, el h_ombre respecto de Dios criatura vilfsima: ¿qué importaba a Dios, la condenación de todos los hombres? Figúrate que para resucitar un in– secto tuvieras tú que hacerte gusano. ¿Qué me importa a mí, dirías, de cosa tan despreciable? Con mayor razón podía decir Dios eso de ti, y no lo ha dicho. Estando tú muerto por el pecado, y no habiendo otro modo de re– vivir a la gracia, y mantener los derechos de la Divina Justicia, sino humanándose Dios, ha querido Dios por tu amor hacerse hombre. ¡Qué exceso de caridad! ¿Quién es el hombre, para que os acordéis de él? Y ¿quién soy yo, ¡Señor!, para que tánto humilléis por mí vue:-tra Majestad? ¿Habéis recibido acaso, o esperáis recibir de mi algún señalado servicio para que tánto hagáis por mí? De mí no habéis recibido sino ofensas, y con todo os dignáis venir por mí del cielo a la tierra. Yo adoro, y rindo gracias a vuestra incomprensible bondad; pero ¿qué os podré ofrecer en recambio de tanto amor? ¿Protestar de no querer ofenderos más? Ei,to es poco, y por otra parte os es debido de todas maneras. No obstante, Señor, por grandes que sean las dificultades y repugnancias que se me ofrezcan, yo estoy dispuesto a hacer todo cuanto pudiere por Vos, bien seguro de que cuanto soy y puedo nada es en comparación de aquello que Vos habéis hecho por mí. Considera a qué acto de virtud tendrías más repug– nancia, y disponte a practicarlo; por ejemplo, callar, sin

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz