BCCCAP00000000000000000000946
127 guemos nuestros actos: ¿No tenemos por ventura adentro lo bastante que hacer, sin perder el tiempo en lo que no nos importa? La raíz de todo el mal es la curiosidad, y la de ésta la ociosidad. Un comerciante que está enfras• cado en su negocio no suele preguntar: ¿Qué hay de nuevo? Raras veces se le oye decir: ¡Oh, qué gran calor! ¡Qué frío tan intenso! Y es que vive absorbido por el cuidado de sus terrenales intereses, y por esto, si alguno se llega a preguntarle: ¿Qué tenemos de nuevo?, él responderá: No estoy para cuentos, otras cosas de harto más provecho tengo que mirar. Así debe hacerlo el buen Religioso, que siempre tiene en qué estar em– pleado, ganando méritos para la eternidad. MEDITACION II Sobre la Encarnacih11 del Verbo. PUNTO I Para satisfacer condignamente la Divina Justicia por el pecado que cometió el hombre, no había otro reme– dio sino que Dios se humanase. Unidos en un capital los méritos de todos los ángeles, y las penitencias que han hecho y que podrían hacer todos los hombres, re• sultan de un valor finito, y no bastan a compensar la malicia de un solo pecado, que es infinita, en cuanto es ofensa de Dios. Si Dios, pues, no se encarnaba, el hombre no podía salvarse; porque no había otro medio para obtener el perdón del pecado no habiendo otro
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz