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124 cede cautelosamente contigo, teniendo rubor de ti mismo, y acordándote siempre que !a carne es tu mayor enemigo, capaz de darte la muerte con sólo la vista. Tal vez se lamentará un Religioso de que su cuerpo sea insolente a pesar suyo; y no hay que mara - villarse de que esto suceda si él lo acaricia con delica - dezas y demasiadas comodidades ... Será un milagro que viva casto, quien no procura hufr los excesos en el comer, en el beber y en el dormir. Así la sangre se enciende y el sentido se cría muelle; de donde es muy conveniente a la castidad nuestro vivir común, por la frecuencia de ayunos, y por la continuación de las vigilias, en los Maitines a media noche. Mira si tú eres puntual y diligente en ello. MAXIMA Sobre atenderse a sí mismo. Atiende a ti mismo (1): escribió san Pablo a su amado amigo Timoteo; y así debe cada cual decirse. El querer mezclarse en los hechos de otros, cuando ni la caridad, ni la necesidad lo requiere, indicio es de un ánimo o muy soberbio, que en todo quiere hacer del suficiente, o por lo menos muy indiscreto, que no piensa en los inconvenientes que pueden resultarle. Cree a veces el Religioso hacer bien mezclándose en ciertos negocios del mundo; tanto más cuanto que los seculares alguna vez le piden por caridad y pretenden hacer ver que en eilo va interesada la gloria de Dios; (r) Attende tibi. (I Tim., 4-16.)

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