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pasan presto del otao a la fantasía; de ésta al en· tendimiento, y de éste a la voluntad. Por lo cual, si acontece que oyeres algún relato escabroso aunque por broma o donaire, reírlo siempre escandaliza. No basta que en lo exterior demuestres que no sientes inclinación a tales cosas, sino que debes dar sefíales de tu disgusto y desagrado; o bien cambiar la materia de la conversación, o corregir a los habladores inmo– destos. Examínate lo cuarto, en orden a los ojos, si los dejas curiosear con libertad; y leer libros que traten de im– purezas, aun con ocasión de estudio, si por solo motivo de curiosidad; y si cuando es necesario, no procedes con la debida cautela ... Si has remirado pinturas deshones– ,tas en casas seglares; el rosto de las mujeres, y objetos peligrosos. Una sola mirada puede bastar para que el alma reciba mortal herida. Haz con tus ojos aquel pacto que hizo Job con los suyos, de no pararse jamás a con· templar mujer alguna. Deploras, a veces, que vengan a inquietarte malignos pensamientos, pero ¿has pensado que quizás eres tú mismo el que los ocasiona con la libertad de la vista? Entran los pensamientos mortales por los ojos, y si fueras más circunspecto para dar menos ojeadas en ciertos encuentros, serían menos los pensamientos molestos de impureza. Examínate lo quinto, en orden al sentido del tacto, si te abstienes de tocar en ti mismo sin necesidad lo que el recato te prohibe; o en otros las manos o ta cara, que tal vez la decencia podría permitirlo, pero no la pureza, por el incentivo que en esto puede haber de tentación. Para ser cauto en otro, pro·
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