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I2Z su corazón con amor profano, sin violar la fidelidad debida a su Celestial Esposo. Y siendo así, que entre todas las virtudes no hay otra que tenga más furiosos enemigos que la combatan: Examínate lo primero, si por mantener limpia la castidad, vives con temor, cono– ciendo tu peligro, por el enemigo que siempre llevas contigo y eres tú mismo en tu cuerpo. Si velas, y te armas con la oración, la mortificación y la guarda de los sentidos. Examínate lo segundo, sobre éstos, si tal vez resba– ló la lengua en palabras aseglaradas, que pueden tener alguna significación inmodesta. Palabras hay que en la boca de un mundano se llaman chanzas; pero en la boca de un Religioso, dice san Bernardo, suenan como blasfemias... Si te entretienes en discursos mal sonantes o impropios a tu estado, como en hablar de la hermo– sura corporal de alguna persona, máxime de otro sexo; de amoríos o matrimonios... Hablando de casos de conciencia sobre esto, hazlo sólo cuanto pide la nece– sidad, con aversión de la voluntad, con pocas y mo· destas palabras, siempre dentro de los términos de la decencia; prefiriendo no entender del todo, o no ser entendido lo bastante, antes que serlo mucho. Se pue– de insinuar la malic\a en el acto mismo en que se habla de detestarla. Examínate lo tercero, sobre los oídos; si han sido cautos en no escuchar ciertos discursos que puedan mancillar la pureza del corazón. Las malas conversa– ciones corrompen las buenas costumbres (1); porque (1) CorrumPzmt mores bonos colloquia mala. (I Cor., I 5-33.)
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