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,,114 espíritu (1). Los mundanos estiman y aprecian esta verdad eterna como una locura, y por eso viven tan enamorados de las riquezas. Pero tú, que abandonaste ya el mundo, ¿qué estima haces de ella? ¿Amas en ver– dad la pobreza? ... Contraseña de este amor es el recibir con alegría las ocasiones de practicarla, y complacerse en ella por amor de Jesucristo, quien de rico se hizo pobre por nosotros; y darle gracias por esto. De aquí te exami- .narás lo segundo si buscas vanidades y cosas superfluas. Superfluo es aquello que no sirve, ni a la necesidad, ni a la caridad, y sin lo cual se puede pasar religiosa– mente. ¿Te acuerdas de mirar de cuando en cuando la celda para observar si hay en ella alguna cosa, sin la cual puedas pasar, para privarte de ella? ... Aun en las cosas necesarias, como hábitos, libros, y otros utensi– lios, ¿buscas lo curioso y superfluo, o te contentas con lo preciso? ... Desdeñando las cosas pobres, y deseando las comodidades que dejaste en el siglo... y pretendien– do en tus menesteres que te sirvan con toda puntuali– dad, como si tú, Capuchino, fueses uno de los ricos del mundo... Buscando en las enfermedades, alimen– tos delicados... Y lamentándote por poquita cosa que te falte... Examínate lo tercero: Si murmuras de los Superiores que te dan ocasión de experimentar penuria en el sus– tento. Si juzgas que es en ellos una especie de avaricia, lo que puede ser sentimiento de pobreza... Si te son– rojas de parecer pobre en el hábito, en· el manto, o bien (r) Beati pauPeres spiritit. (Math., 5-3,)
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