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107 dignos del Paraíso. Mira al mismo tiempo cómo se abre el infierno y precipitarse los réprobos, sepultándose en aquel abismo con aullidos y alaridos, maldiciendo sus falaces placeres. No se verán jamás los unos a los otros, pues hay por medio un interminable caos; ¿a cuál de estas dos clases quieres pertenecer? La elección está en tu mano y en tu arbitrio. Si te agrada la suerte de los santos, no hay que decirlo de chanza, sino excitarse de veras al fer– vor y ponerse a hacer vida de santo. Resuélvete, pues, y haz un firme propósito. Llamando en tu ayuda a Dios, a su Santísima Madre, y a nuestro Padre san Fran– cisco. MEDITACION III Sobre las penas del infierno. PUNTO l Figúrate un vasto calabozo lleno d~ fuego, de tinie– blas y de toda suerte de los más crueles tormentos. Allí caen precipitadas aquellas almas que, amantes de su propia voluntad, no han querido sujetarse a la Divina. Allí padecen toda suerte de males en los sen– tidos del cuerpo, y en las potencias del alma, sufren semejantes males y tormentos sin mezcla de algún bien. Ahora te lamentas ya de la penitencia que haces, ya de la penuria que padeces, ya de las injurias que toleras. Pero si te condenases, qué penitencia sería

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