BCCCAP00000000000000000000940

83 LA NATURALEZA DE LA VIDA DEL FRAILE MENOR 47 «Qaarzlo sumas a fumare superbiae saniores, tarzlo sumas divina dilectíone pleniores» (19).. Otro vicio que nos hace es– clavos del mundo y que nos sumerge totalmente err la. materia, es la avaricia. S. Francisco en el mismo capítulo nos pone tam– bién en guardia contra la avaricia. Finalmente, el vicio que rom– pe la armonía entre nosotros y el prójimo, es la envidia, de la cual nace con frecuencia la murmuración. También de estos vi– cios se debe guardar el fraile menor. b) mediante la consecución de las virtudes. Ante todo, el amor a Dios y al prójimo. Toda la Regla se fundamenta en es– te amor, pues que exige un holocausto completo y perfecto de sí mismo a Dios. En diversos capítulos habla S. Francisco de nuestras relaciones con Dios. En el cap. III por h1edio del Oficio divino que han de rezar los clérigos y los padrenuestros de los legos. En el cap. V, al ordenar que se trabaje, quiere que no se extinga el espíritu de oración y devoción, al cual espíritu las otras cosas temporales deben servir. En el cap. X exhorta a orientar hacia Dios toda nuestra vida: « Y atiendan que sobre todas las cosas deben desear tener el espíritu del Seiior y su santa operación, orar siempre a El con puro corazón». Y finalmente en el cap. XII, cuando invita a sus frailes a ir entre los infieles, les abre el camino del martirio, excelsa coronación del amor a Dios y al prójimo. Y junto con el amor de Dios, el amor de nuestros semejan– tes. En el cap. III ordena que los frailes sean benignos en el áni– mo, pacíficos en sus palabras, modestos en la postura, mansos con los demás y castos en el hablar, de modo que sirvan a todos de buen ejemplo. En el cap. VI quiere que el amor del fraile a su hermano espiritual sea más fuerte que el de una madre a su mis– mo hijo carnal. Un alma inflamada en amor de Dios, tiene que arder también en amor a los hombres y por eso en el cap. IX se prescribe la predicación entre fieles y en el cap. XII la predica– ción entre los infieles. B) En orden al mundo. a) con el desprecio de las cosas mundanas. El corazón humano fácilmente se apega al dinero y a los demás bienes y se olvida de Dios. Para apartar este peligro prohibe S. Francisco el uso de la pecunia (cap. IV), y toda clase de propiedad sea mue– ble.o inmueble, permitiendo sólo el uso, estrecho o moderado, de las cosas necesarias para la vida (cap. VII). b) con el desprecio propio y la estima del prójimo: «Amonesto y exhorto a mis frailes que no desprecien ni juz– guen a los hombres que vieren vestidos con vestidos blan– dos o de color y usar manjares y bebidas delicados, mas cada uno juzgue y menosprecie a sí mismo» (cap. II). (19) S. AGUSTIN; De Trínítate, 1. VIII, cap. 8 1 n, 13,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz