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44 77 78 79 CAPITULÓ 1, PARTÉ I A) ¿ Peca contra la obligación de tender a la per– fección aquel religioso que de propósito y en serio propone evilar sólo los pecados mor– tales? Algunos afirman que peca gravemente, porque desprecia formalmente la obligacion de tender a la perfección. Pero otros lo niegan, porque el religioso que tiene ese propósito de hecho quiere observar sustancialmente los tres consejos evangélicos en los que principalmente consiste la perfección, como tiene tam– bién intención de observar lo que le conduce a la vida eterna. Pero el que se encontrase en tal estado, difícilmente evitará caer, tarde o temprano, en algún pecado mortal, como aseguran los maestros de la vida es~iritual (13). B) e· Y el que no se cuida en absoluto de guardar las Constituciones porque no obligan a pe– cado? Tampoco parece que éste peque gravemente; pero será muy difícil, obrando habitualmente y con pertinacia de esta forma, que evite el desprecio formal de las Constituciones. Si el des– precio formal se extiende a todas las Constituciones, es cierta– mente pecado mortal; pero si sólo se refiere a algún que otro ar– tículo de las mismas, por parecerle v.g. de poco valor, es pecado venial. La razón es porque en el primer caso denota una gran soberbia, aunque no en el segundo (14). Por lo demás, puede pecarse gravemente por razón del es– cándalo cuando el religioso descuida hasta las formas externas. C) ¿ Y el que, por un hábito libremente adquirido y consentido, cae en pecados veniales, sea contra los votos o contra otras obligaciones, aunque no entre en ninguno de los dos casos anteriores? Tampoco parece que éste peque gravemente contra lá obli– gación de tender a la perfección, siempre que no .medie despre– cio formal de las leyes: desprecio que difícilmente faltará, si se tiene en .cuenta la voluntad obstinada y pertinaz en cometer el pecado venial. Lo que resulta evidente es que cualquiera que entre en una de estas categorías pertenece al grupo de los religiosos tibios. Bastaría pensar en lo que los maestros espirituales dicen de la tibieza y sobre todo en lo que dice el Espíritu Santo «Quia te– pidus es, incipiam te evomere de ore meo» (15), para sentir. pavor de semejante estado. (13) VER.MEERSCH, De relígíosís, t. 1, p. 135, n. 226. ( 14J !BID. p. 138, n. 232. (15) Apoc. 3, 16.
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