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INTRODUCCION , XI 34 En el último capítulo el Santo Fundador, ü1flamado en deseos de la salvación de los infieles, conmovido aún por el gozo de su apostolado entre los 1nahometa11os, lanza un lla– mamiento a todos sus frailes para que vayan a convertir al mundo. El fin de la Regla se engarza de nuevo con el principio, al ordenar de nuevo la adhesión a la Sede Apostólica, y pa– ra mayor seguridad quiere que se pida al Papa un Cardenal de la S. Romana Iglesia por protector y corrector, el cual sea una garantía de la pureza de la fe, de la altísima pobreza y de la observancia del santo Evangelio. De todo ello se desprende que la Regla franciscana es como un fino bordado a base del Evangelio y es como su meollo. Por su moderación se adapta a aquéllos que tienen un corazón de héroes, aunque tengan también un cuerpo quebrantado por el pecado original. En la observancia inte~ gral del Evangelio, en el espíritu de amor y de penitencia del que está toda ella transida, hemos de ver el secreto del éxito lisonjero de la Orden Franciscana y de su perenne actualidad en todas las naciones y en todas las actividades sociales. 60 Después de esta vista de conjunto, analicemos breve– mente el contenido. La regla contiene: preceptos, consejos, exhortaciones o admoniciones y libertades. 1) PRECEPTOS Comunmente se enumeran 24; otros ponen 25, porque añaden la obligación de observar los votos, o mejor, como quieren algunos, la obligación impuesta a toda la Orden de obedecer a la Iglesia Romana y al Romano Pontífice. Todos. los autores están acordes en dividir los preceptos en tres categorías: preceptos emínentes, virtuales y equíva~ lentes. Esta división se basa en la naturaleza, en el valor de los preceptos y también en el modo como se encuentran enunciados en la Regla y en una mayor determinación, la que comenzó a precisarse ya en lo~ primeros tiempos de la Or, den. Tanto de la historia de la Orden como del estudio de las Bulas pontificias se deduce el estado de perplejidad que asaltaba a los frailes menores sobre si estaban obligados a observar todo aquello que expresamente se contenia en la Re~ gla aun como consejo. Los Romanos Pontífices y otras per~ sonalidades eminentes fueron gradualmente tomando de la Regla la enumeración de los preceptos y de los consejos. Nos, otros, siguiendo la enumeración hecha por Clemente V en la Bula Exívi y por el Ministro General Gonzalo de Balboa,
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