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DIVIS!ON DE NUESTRA SANTA REGLA 33 En el capifrllo sexto el Santo, a ejemplo de Cristo que no tenia dónde reposar la cabeza, quiere que los frailes me~ nores vivan una vída de altísima pobreza. Se aparta así ne~ · tamente de las reglas inonásticas anteriores, que reconocían al monasterio la capacidad de poseer, y hace de la pobreza uno de los. distintivos más simpáticos de la Orden. En el mismo capitulo indíca el segundo medio de subsistencia, la limosna pedida por amor de Dios. Por fin al lado de la po~ breza coloca otra virtud, tan apreciada del Divino Maestro y que sirve a suavizar las asperezas de.la pobreza, la caridad, que debe ser más fuerte que el amor de una madre por su hi– jo carnal. Sabiendo el Santo que la profesión de una vida evangé~ líca no llega a convertir en un ángel al fraile menor, sino qµe 1o deja con sus miserias humanas, y previendo eventuales transgresiones y pecados, en el capítulo séptimo ordena al fraile menor, reo de algún delito, que recurra espontánea~ mente al propio Superior para recibir la penitencia. Al Su~ perior ]e recomienda la comprensión y la misericordia hacia el reo. Cuáhta prudencia y cuánta caridad. Estamos muy le~ jos del espíritu que informaba las reglas antiguas hacia el monje,que se había hecho reo aun de mínimas transgresio~ nes de su regla. En el capítulo octavo se habla de la organización ínter~ na de la Orc!en. Aquí el Santo se acerca a la regla de S. Co~ lumbano y más aún a la de S. Odón. Toda la autoridad se concentra primero en el Ministro General y después se de~ rrama en los Ministros Provinciales y Custodios. De esta forma en la Orden prevalece el régimen monárquico, que pronto tomará un matiz de oligarquía, y al que más tarde se juntarán elementos democráticos. Queriendo el Pobrecillo d'e Asís imitar en todo la vida de Cristo, que unió fa acción a la contemplación, en el capí– tulo noveno manda que sus frailes prediquen los vicios y vir– tudes, la pena y la gloría. En el capitulo décimo, después de haber fijado los lími~ tes de la obediencia, que sólo limita con el pecado, habla de otras virtudes que deben adornar al fraíle menor y que son el espíritu de devoción, la pureza del corazón, la paciencia ' en las persecuciones y enfermedades y el amor a los enemi– gos. En el cavitulo undécimo señala algunos medios muy útiles para conservarse casto. Prescribe tres: evitar las sos~ pechosas compañías con mujeres, no entrar en monasterios de monjas y no hacer de padrinos de hombres o de mujeres.
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