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14 INTRODUCCION - IV unidad toda la Orden. Esta está luego dividida en Provin– cias y Custodias, gobernadas respectivamente por un Minis– tro o un Custodio Provincial. La Regla no habla de Guar– dianes, acaso porque los frailes no tenían todavía residen– cias fijas; pero muy pronto entraron también a formar parte de la jerarquía, dado que el mismo S. Francisco los mencio– na en su Testamento, aunque no con una fisonomía bien de– terminada. 22 Un~ tercera innovación la encontramos en la activi– dad que deben desarrollar los Fraíles Menores. Junto con la oración 1J el trabajo manual, deben dedicarse y con prefe– renda, a la predicación. Esto no era posible, sino limitada y eventualmente, a los monjes antiguos, sujetos a la ley de la estabilidad del lugar. S. Francisco, por el contrario, infla– mado en la caridad de Cristo y queriendo imitar su vida no sólo en la oración, sino también en la actividad externa, qui– so que sus frdiles se dedicasen a la predicación, anteponién– dola a cualquier otra activid¡:id externa. Aparece también por primera vez en una Regla religiosa, un capitulo dedicado a las misiones entre infieles. Otra característica, muy propia de la Orden Francisca– na, la hallamos en los medíos de subsistencia. Mientras los monjes antiguos vivían de rentas y de su trabajo manual, y en pequeña escala de las ofertas espontáneas de los fieles, los Franciscanos, excluidas radicalmente las rentas, déberán vivir únicamente de su trabajo y de las limosnas pedidas hu– mildemente por amor de Dios. Amante como era-de la pobreza, S. Francisco prohibió el uso. del dinero y de la pecunia, prohibición desconocida hasta entonces. Luego. en el capítulo VI, se aparta netamente de las Re~ glas de las antiguas Ordenes. Estas, en efecto, permitían la posesión en común; pero el Seráfico Padre prohibió la pose~ síón de cualquier cosa no sólo en privado, sino también en común. Precisamente por eso es justamente llamado el Pa– triarca de las Ordenes Mendicantes. 23 Las virtudes más peculiares del franciscano deben ser la caridad, la sencillez y la pobreza. La Regla no permite casas suntuosas, ni fincas, ni capital, sino el simple uso, es– trecho o moderado, de las cosas necesarias y excluida siem– pre toda curiosidad o preciosidad. La caridad hacía los her– manos, que tan bien sabe suavizar los rigores de la pobreza, debe ser más fuerte que el amor de la madre hacia sus pro– pios hijos carnales. La pobreza y la caridad deberán cince-
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