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iO lNTRODUC:CION - Jít vez que hubo conseguido penetrar en el Palacio de Letrán, se presentó al Sumo Pontífice. El Papa le abrazó e intuyó con rapidez la gran pureza y simplicidad de corazón, el fir, me propósito y el ardoroso fuego de la voluntad. Sin embar, go difirió la aprobación de la Regla, a causa de que a algu, nos Cardenales parecía una novedad superior a las fuerzas humanas, sobre todo por razón de la absoluta pobreza. Pero Francisco tuvo un poderoso patrono y abogado en el Cardenal de S. Pablo. Este, inflamado del Espíritu Santo, dijo al Papa y a los Cardenales: «Sí rechazamos la petición de este pobre como nueva y ardua en exceso, siendo así que no pide otra cosa sino que se le confirme una forma de vida evangélica, debemos temer inferir con esto una ofensa al mismo Evangelio de Crísto. Pues si alguien afirmase que en la observancia de la perfección evangélica o en el voto de la misma se contiene algo que sea nuevo e irracional, o impo, sible de cumplír, sería convencido de blasfemo contra Cristo, autor divino del Evangelio». Oídas estas razones, el sucesor de San Pedro, vuelto al Pobrecillo de Cristo, le dijo: «Haz, hijo mío, ferviente oración al Señor, para que por tu medio se digne manifestarnos su voluntad, la. cual conocida que nos sea con certeza, accederemc,s más seguramente a tus pe, ticíones» (23). . Francisco, después de larga oración, tornó de nuevo al Romano Pontífice, y le declaró la bellísima parábola de la esposa del rey, que en el desierto da a luz varios hijos que llevan impresos en el rostro los mismos rasgos del rey (24). El mismo Pontífice tuvo aquella noche la célebre visión de la Basílica de Letrán, que amenazaba ruina, sostenida sobre los hombros del Pobrecillo de Asís. Tranquilizado el Papa, aprobó oralmente cuanto Francisco había solicitado (25). 16 Una vez en Asís, continuó con sus compañeros la vida emprendida. Pero a esta primera comunidad, unida en la imitación de Cristo pobre y crucificado, le faltaba toda jerarquía. Para aquel primer núcleo de Seguidores lo era todo el Fundador: El"prometia obediencia al Papa Inocencio y los frail~s le . obedecían a él. Es evidente que se tra.taba de una organiza– ción embrional, suficiente sólo para los héroes de la prime, ra hora. Pero muy pronto el pequeño núcleo creció conside, rablemente. (23) S. BUENAVENTURA, Legenda S. Franciscí, c. 3, n. 9, en Op. Omnía, t. Vlll, p. 512. (24) CELANO, Legenda secunda, c. 11, n. 16, p. 181. (25) S. BUENAVENTURA, o. y l. cit.; CELANO, o. y J. cit., n. 17.
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