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ORIGEN Dt!: LA RtíGLA FRANCISCANA un-principio estos lugares siryieron para reunir a los herma– nos en las horas de la oración en común y en las de reposo. Su primer alojamiento foé una cabaña en Rivotorto (18). Habiéndola aba:o.donado a causa de que un aldeano había tomado posesión de ella para si y para su borrico, constru~ yeron una pequeña residencia al pie de la iglesia deSta. Ma– ría de los Angeles, llamada Porciúncula, donación de los monjes Benedictinos. En los primeros tiempos Francisco no pensó en escribir regla ninguna: los frailes se abandonaban a las internas ins– piraciones del Espíritu Santo, viviendo según el S. Evange– lio. Sin embargo, al ver que los adeptos crecían más y más, el Santo quiso escribir en Rivotorto para si y para sus frailes presentes y futuros, con sencillez y en pocas palabras, como dirá un día en su Testamento, una norma de vida, sirviéndo– se de expresiones del S. Evangelio, añadiéndoles algunas breves prescripciones necesarias para la vida común (19). Pero esto, más que regla, era un diseño, una orientación, a base de una 1:).bsoluta pobreza. Por otra parte todavía no se. sentía la necesidad de una regla en sentido propio, bien de– tallada en sus pormenores, porque Francisco, que vivía en continua y estrecha unión con sus pocos discípulos, les ser~ vía de regla viva. Los educaba personalmente en la vida evan, gélica, con profunda íntuíción psicológica, con prudencia y con energía: los educaba sobre todo. en la ·humildad, en la caridad, en la obediencia, en la pobreza, en el desprecio de sí mismos, en la paz, en la honestidad de costumbres (20). Los discípulos se esforzaban en practicar sus enseñan, zas. Su vida resplandecía en santa simplicidad, en paciencia y de amor (21). La pobreza, como esposa fidelisima, los acompañaba siempre, hasta la admiración y la emoción del pueblo y de los prelados (22). 15 En 1209 ó 1210 como quieren los más, Francisco se dí, gíó a Roma con sus compañeros, con el fin de impetrar de' Inocencío III la aprobación de la regla escrita en Rívotorto. Era la primera vez que un Fundador de Ordenes religiosas recurría a la suprema autoridad eclesiástica por semejante motivo. Con la recomendación del Obispo de Asís se pre~ sentó al Cardenal Juan de S. Pablo, Obispo de Sta. Sabina, del cual fué recibido con grande benignidad y caridad. Una (18) CELANO, Legenda pdma, e, 16, n. 42, p. 1 14. (19) lb. e, 13, n. 32, p. 33. (20) lb. c. 15, n. 38 sgts., p. 40 sgts. (21) lb. c. 17, n. 45, p. 47. (2íl) CELANO, Legenda secunda, c. 22, n. 55, p, 213.
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