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318 tAPitULO VII, Í'ARTE iii dente, porque no es posible tener misericordia de los pecado, res y al mismo tiempo airarse o usar de maneras duras con ellos. La ira, en efecto, perturba la mente, y perturbada la mente, el corazón, o sea, amor queda excluido. Como conse, cuenda, la medicina se. convierte en veneno y el pecador, en lugar de rehabilitarse, más se afianzá en el pecado. Y no es esto sólo: con ello el amor del súbdito hacia su superior se debilita, si no llega a apagarse, porque es muy dificil amar a aque11os que, en lugar de ser padres, prefieren ser jueces se, veros. La misma obediencia relí~iosa viene a menos bajo su– periores rígidos e iracundos. Y así poco a poco se va rom, piendo la unidad y concordia en las comunidades religiosas, se abre 1a puerta a murmuraciones, nacen y pululan antipa, tías y hasta el odio; se crea ainbíente favorable a la hipocre, sía, y, finalmente, se hacen esclavos, pero no hijos. De ahí la responsabilidad de los superiores frente a los religiosos pecadores. Amen de corazón el bien de sus súbdi– tos y el amor les enseñará a conciliar la justicia y la mise– ricordia.

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